Hacía días que no sabía
nada de él. Ni siquiera había vuelto a ver un papel con alguna frase escrita.
Nada de nada.
Esos días sin Rob fueron
extraños. No lo echaba de menos, o eso quería decir, pero al fin y al cabo su ausencia
se me hizo rara. Ahora todo estaba vacío.
Tenía la vista clavada en
la fotografía de sus ojos, ya impresa y colgada en la pared, desde hacía una
eternidad. El libro que tenía en mis manos ya me estaba aburriendo. Miré la estantería,
y mis ojos me agradecieron cambiar de punto de mira. Allí estaba La Llamada del Cielo. Cerré el libro de
golpe, que provocó un ruido parecido a un suspiro, y cogí el libro de la biblioteca.
Lo abrí. Fui pasando páginas, hasta llegar al capítulo uno. Empecé a leer.
….
Él. En mi puerta.
Casi me maté cuando le vi
a través de la mirilla. Sus ojos turquesa océano miraban incómodos a sus
zapatos, haciendo que el pelo negro fuera lo único visible.
Luk White. El idiota más
imbécil de todos los tiempos.
Estuve un interminable
minuto sospesando la posibilidad de abrirle la puerta o hacerme la loca y
dejarle allí echando raíces.
-Vamos, Cat, abre. Sé que
estás allí. –oí que decía a través de la puerta.
Suspiré, resignada, y
abrí.
-¿Qué?-dije en mi tono
más antipático, borde y odioso que salió jamás de mis labios.
-Yo…eh…-no había
despegado sus ojos tan antipáticamente increíbles de sus zapatillas.
-No tengo todo el día-hice
ademán de cerrar la puerta.
-¡Espera!-exclamó, esta
vez mirándome a los ojos.-Mira, lo que hice fue una estupidez. Lo sé. Y también
sé que jamás me perdonarás, pero me han dicho que conoces a mi hermano.
Rob. Nunca nos hemos llevado bien, pero…
-…pero tu vida no me
interesa. Adiós.
-Ha desaparecido.
Me quedé paralizada.
Muda. Muerta.
-La policía lo está
buscando. No hay rastro. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste? Es para ver si
eso podría ayudar.
Abrí y cerré la boca como
un pez. Al fin, pude articular palabras:
-En la biblioteca. Nos
encontramos allí, un minuto, no más.
-¿Te dijo algo raro?
-No. –Sus ojos, cerca de los míos, a tres
centímetros. Su huida, después de ese “tú…”.
-¿Segura?
Asentí.
-Bueno, pues…gracias.
Abrió la boca para decir
algo más, pero cerré la puerta.
Rob. Desaparecido. ¿Para
siempre?
Me derrumbé en el sofá.
Me tapé los ojos con las manos. Ahora el mundo estaba tan gris como sus ojos.
¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Secuestrado? ¿Fugado?
Todas esas preguntas
batallaban en mi cabeza, a punto de echarse a bajo. El corazón me dio una
punzada, y grandes lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. No. No, no, no,
y no. No iba a volver a llorar por un chico. Por muy desaparecido que esté.
Porque eso sólo significaba una cosa, que no quería pensar. No iba a suceder.
-¿Cat…?-una voz
temblorosa me sorprendió.
Levanté la vista. Rob
estaba delante de mí. No pude contenerme, salté del sofá y me lancé a sus
brazos. Le abracé con todas mis fuerzas. Él se quedó algo sorprendido, pero me
devolvió el abrazo. ¿Cuánto tiempo nos quedamos así…horas, semanas…?
Al fin nos separamos, y
yo me sequé las lágrimas en mi manga.
-¿Qué…? ¿Dónde
estabas?-murmuré.
-Mira, no tengo mucho
tiempo. Tienes que venir conmigo.
-¿Qué? ¿Adónde?-miré la
puerta, donde mi madre podía aparecer en cualquier momento.
-Huir. –me cogió del
brazo y me arrastró a fuera.
Me deshice de él.
-¿Adónde? ¿Por qué? No me
moveré de aquí hasta que me lo digas.
Me miró un momento,
dudando. Vi tristeza en sus ojos grises, pero no flaqueé.
-Vale. Muy bien. Sé que
mi hermano ha hablado conmigo, y ha dicho que había desaparecido. Pues es
mentira.
-¡QUÉ!-otra vez había
caído en sus mentiras. Maldito, maldito, maldito mil veces sea Luk White.
-Sí. Lo que pasa, es que…
-…?
-…que todavía le gustas.
Diciéndote que he desaparecido es una manera de hacer que te acerques a él.
Me quedé con la boca
abierta.
-Luk no hace nada conmigo
mintiendo.-dije, con toda la rabia del mundo.- ¿Y por qué tengo que irme
contigo?
-Debemos huir. No te
imaginas lo que es capaz de hacer mi hermano cuando quiere algo.
Me reí.
-Vamos, no será para
tanto. No es que vaya a contratar a la mafia sólo para que esté a su lado.
Cogió las llaves de mi
casa, me empujó a fuera y cerró.
-¡Eh! ¡Devuélvemelas!
-No, hasta que no te
vayas conmigo.-y se encaminó hacia un taxi que había enfrente, y se sentó
dentro.
Me resigné. Todo aquello
tenía gato encerrado, y me moría de curiosidad de saber qué clase de gato era. “Vamos
allá.” Y me interné en el taxi, que en cuanto cerré la puerta salió disparado
hacia un destino desconocido.
Vaya quiero el siguiente ya!
ResponderEliminarEscribes muy bien me gusta mucho:D
Por cierto he subido el capítulo 4 segunda parte en mi blog espero que te guste cielo
http://macherieladyartiste.blogspot.com.es/
No pares de escribir!