En resumen: mi vida era
un completo desastre. Primero, Luk. Luego, Rob. Tenía una sensación extraña en
el estómago, y no sabía si eso era por Rob o por Luk. Con todas, mis fuerzas,
deseaba que no fuera por Luk. Le odiaba. Sí. Le odiaba por todo lo que me había
hecho, y también por lo que le hizo a Danielle.
Pero, en el fondo,
todavía le quería. Y me odiaba a mí misma por ello. Le quería, por todo lo que
habíamos pasado juntos. Me acuerdo de la vez en que él descubrió el teatro.
Estábamos en el teatro,
sentados, esperando a que empezara. Él no paraba de decir que esas cosas no le
gustaban, que seguro sería una porquería. Lo decía para enfadarme, y lo
consiguió. Le espeté que seguramente el teatro se convertiría en su pasión y
que todo me lo tendría que agradecer a mí. Abrió la boca para responder, pero
en ese momento empezó la obra.
No era una obra muy
buena, ni famosa, pero les quedó bastante bien. Me acuerdo perfectamente que a
Luk le brillaban los ojos al acabar la obra, que se levantó y aplaudió con
todas sus fuerzas. Me acuerdo que me insistió para que le acompañara a hablar
con el director.
Así fue cómo empezó, y de
hecho, el teatro se convirtió en su pasión. Tenía razón sin saberlo.
Arranqué la hoja de la
libreta, hice una bola y la tiré por la ventana. Ale. De repente, oí un crujido
y algo pesado que cae al suelo, con un quejido. Eso no podía ser una simple
bola de papel. Me asomé a la ventana, y vi una figura con el pelo rojo.
-¿Qué, Spiderman pierde
facultades?-grité.
-Eso parece-refunfuñó
Rob.
Se levantó y volvió a
escalar, esta vez sin caerse, y saltó a mi habitación.
-Hola, sir Original.
-Hola, miss Asesina.
Sonreí. Él me
correspondió.
-¿Cómo vas?-preguntó,
poniendo sus manos en el bolsillo.
-Teniendo en cuenta de
todo lo que me ha pasado estos últimos días, estoy inusualmente bien. ¿Y tú?
-Tirando.-se encogió de
hombros.
Suspiré, y me crucé de
brazos.
-Vamos, Rob, suéltalo ya.
¿Para qué has venido?
-Por Luk.
Vaya. Así que Luk se lo había contado. Mierda.
Mierda. MIERDA.
- Debes tener cuidado con
él. ¿Vale? Sé que ya te había dicho esto, pero es que no sabes lo que es capaz
de hacer por conseguir lo que quiere.
Uff. Así que Luk no le
había dicho nada de lo de ayer. Menos mal.
-¿Y qué quieres que haga?
No puedo quedarme aquí encerrada para siempre porque Luk esté allí afuera.
–repliqué.
-No, no es eso lo que
quiero decir. –abrió la boca para responder, pero un ruido en la puerta de mi
habitación hizo que nos giráramos, asustados.
-Oye, Cat, ¿con quién…-se
oyó la voz de mi madre.
Se quedó allí, parada, en
el umbral de la puerta. Miré a Rob, pero para mi sorpresa allí no había nadie.
Mi madre sacudió la
cabeza, confusa.
-¿Con quién estabas
hablando?-preguntó, al fin.
Me había quedado sin
habla. ¿Cómo había hecho Rob para desaparecer tan rápido?
-Con el…teléfono.-y lo
saqué de mi bolsillo.
-Ah, vale. Dentro de nada
vamos a comer.
-Vale.-y se fue.
En cuanto cerró la
puerta, me abalancé a la ventana abierta. Allí estaba Rob, colgando del marco
de la ventana con los dedos, de tal manera que desde dentro no se veía.
-Vaya, vaya, vaya. Es muy
tentador tirarte de ahí, ¿sabías?-dije, frotándome el mentón como si tuviera
barba.
Rob, con un poco de
impulso, volvió a entrar en la habitación.
-Ni se te ocurra-tenía la
cara roja por el esfuerzo.
-¿Cómo has conseguido
colgarte de ahí tan rápido?
-Pues nada, mientras tú
mirabas con cara de susto a la puerta, me tiré por la ventana y me colgué justo
cuando tu madre la abrió. –dijo, con cara de satisfacción personal.
Me senté en la cama.
-¿Qué, le digo a mi madre
que te vienes a comer?-dije.
-¿Qué? Eh, no, no creo.
-Vamos, Robert. Cómete
todo lo que te ponga y tendrás a mi madre en el bolsillo. Sólo tienes que
saltar por la ventana y llamar a la puerta como persona normal. ¿Serás capaz?
-¿Y qué digo que soy? ¿Un
amigo? ¿Un conocido? ¿El novio?-dijo, confuso.
Sonreí. Imaginé a Rob
como mi novio. Nada mal.
-Improvisa.-me encogí de
hombros.
-No soy mi hermano. No sé
nada de teatro.
-Mejor. ¿Y qué sabes
hacer?-dije.
-Pues…-se ruborizó. Me
extrañé. Rob no es de esas personas que se ruborizan.- me gusta la música.
-¿Ah, sí? ¿Y qué
tocas?-vaya. ¿Qué me pasa a mí con los artistas? Los chicos que me gustan
siempre son artistas.
-No te rías,
¿vale?-asentí, aunque no podía reprimir la sonrisa- toco el piano.
-¿Qué? ¿En serio? ¡Me
encanta el piano!-dije, y era verdad.
Sonrió, algo avergonzado.
-¿En serio? Me alegra de
que te guste.
-¡CAT! ¡A
COMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER!-se oyó desde las escaleras. Así era mi madre,
discreta y silenciosa.
-MAMÁ, ¿PUEDE VENIR A
COMER ROB?-grité.
-¡CLARO! ERA CON QUIÉN
HABLABAS ANTES, ¿NO?
-¡SÍ!
Me giré para mirar a Rob,
que escuchaba nuestra conversación, divertido.
-Ya puedes ir a tocar la
puerta.
Y bajé las escaleras
corriendo.
-¿Y eso? ¿Habéis hecho
las paces?-me preguntó mi madre al llegar a la cocina.
-Sí…-dije.
-¿Y cuándo llegará?-en
ese momento sonó el timbre de la puerta.
-Eso sí que es
oportuno.-dijo ella, yendo a abrir la puerta.
-Hola-dijo Rob.
-Hola. ¿Tú eres Rob,
verdad? Yo soy Rose, la madre de Cat. Encantada.
-Lo mismo digo.
Sonreí ante el
nerviosismo de Rob. Nos sentamos en la mesa, y mi madre nos dio el estofado que
había preparado. Por suerte, siempre hacía comida como para un regimiento, y no
faltó nada.
-Dime, Rob, ¿cómo va todo
con tu hermano?-empezó mi madre con su interrogatorio.
-Bien.
-Cat me contó lo de tu supuesta
desaparición falsa. ¿Qué pasaba?
-Nada. Luk, gastando una
broma-mintió él.
Yo los observaba,
intentando ocultar mi sonrisa. Mi madre no lo iba a dejar tranquilo, y me
gustaba hacerle sufrir un poco.
-¿Ah? Bueno, bueno.
–silencio.
-¿Qué tal te llevas con
él?-dijo al fin mi madre, rompiendo el hielo.
-Regular.
-Ah. ¿Cómo es que no os
parecéis en nada?
-Bueno… es que Luk es
igual a mi padre, y yo, a mi madre.
-¿Qué tal el trabajo?-era
la primera vez que hablaba desde que nos habíamos sentado a comer.
-Pues…bien.-dijo mi
madre, algo molesta de haber interrumpido su interrogatorio.
-¿Y cuántos años
tienes?-mi pequeño intento había fracasado.
-Diecinueve.
-¿Ah? Vaya, dos años
mayor que Cat-me miró, extrañada.
Nos encogimos de hombros.
-¿Has acabado, Rob?-le
pregunté.
-Sí-respondió, y yo me
levanté. Él hizo lo mismo. Dejamos los platos en el lavavajillas, y subimos las
escaleras, hacia mi habitación.
-Pero…-dijo mi madre.
-¡Adiós!-y cerré la
puerta.
Me senté en la cama, y Rob
se sentó a mi lado.
-¿Así que diecisiete,
eh?-dijo.
-Sep. Y tú diecinueve.
Algo viejo, la verdad.
-¿Viejo? ¿A quién llamas
tú viejo?
Me reí de la cara de
ofendido que tenía.
-Algún día tendrás que
mostrarme cómo tocas el piano, ¿eh?
-Bueno…pero toco fatal.
-No, seguro que no.
-Cuando vomites, yo te
avisé, ¿vale? Y quién avisa no es traidor.
-¡Anda, exagerado!
Entonces me di cuenta, en
ese pequeño momento de silencio, en que sus ojos se encontraron con los míos,
que realmente me gustaba estar con Rob.
Era especial.
Y, de repente, me di
cuenta de que nos estábamos besando, no sabía desde cuándo.
Nos separamos dos
centímetros apenas, y sonreí. Una punzada en mi interior. No. No podía, no
quería.
Mi peor pesadilla se
repetía. Me estaba enamorando.
Hola! :)
ResponderEliminarMe ha encantado ésta historia, ésta muy interesante y me parece original. De verdad escribes genial así que ya tienes una nueva seguidora. Avísame cuando subas más por tuenti (soy Blog Pensamientos De Adolescencia). ¡Sigue así!
Besos desde Pensamientos De Adolescencia ∞ y Sollozos En Mitad Del Bosque.
PD: Espero verte por mis blogs. ;)