Vosotros

martes, 7 de agosto de 2012

08*El chocolate frío.



-Cat...regresa. Ven conmigo. ¿No te acuerdas de todo lo que hemos vivido? Vamos…ven…-Luk me miraba, suplicante. –Vamos…
Le cerré la puerta en las narices.
Cerré los ojos. Harta. Estaba completamente harta de este culebrón patético que se había convertido mi vida. Estaba bien con Rob, pero Luk acudía a mí cada dos por tres suplicándome que volviera con él. Incluso, una vez, le había pegado una bofetada, para ver si se cansaba al fin de mí. Pero volvió al día siguiente, como si nada.
Sólo faltaba que viniera con rosas y bombones, vestido con traje.
El timbre de la casa estaba sonado. Obviamente, no podía ser Rob, y sus manías de entrar por las ventanas de las casas. Era Luk.
-Y ahora, ¿qué?-espeté, abriendo la puerta.
Sus ojos azules eran cada día más tristes.
-Yo… es que…
-Adiós.
La volví a cerrar.
-¿Otra vez Luk?-gritó mi madre desde la cocina, donde se pasaba la vida.
-Sí.
-¿Y cuando vendrá Rob?
-¿Para que le atosigues a preguntas otra vez? Prefiero que no venga, pobre.
Mi madre se asomó por la puerta, con cara de fingida ofensa. Intenté sonreír, fracasando.
Subí a mi habitación, me senté en mi silla. Allí ya había mi chocolate y El cielo está en cualquier lugar preparados. Cogí el chocolate, le di un sorbo y empecé a leer.
Unos golpecitos en el cristal de la ventana me hicieron sobresaltar, y casi derramar mi chocolate.
-¿Qué manía tienes tú con el chocolate y ese libro?-dijo Rob.
Sonreí. Tenía que acostumbrarme a cerrar la ventana.
Saltó a mi habitación, me arrancó el chocolate de las manos, lo probó, y dijo:
-Demasiado dulce.
Me reí.
 -Nunca está de tu gusto, por lo visto.
-No. Lo que me gusta, es fastidiarte.
-Ya tienes medalla de oro en eso.
Sonrió.
-No lo dudes. Es todo un arte.
Me asomé por la ventana.
-Tienes que enseñarme cómo se hace.
-A tus órdenes.
Me cogió en brazos, y mientras yo lanzaba exclamaciones y protestas, él me tiró por la ventana.
Aterricé en el césped con un quejido.
Me levanté a duras penas, y miré hacia la ventana, donde podía ver su pelo rojo asomándose.
-¡Eres un bestia!
Me miré. Llevaba una sudadera roja gastada que me iba grande, ahora llena de hojas y tierra, y unos leggings negros hasta por debajo de la rodilla. Encima, iba descalza.
-¡Rob! ¡Tírame mis Converse!-le grité.
-¡Allá van!-y las lanzó.
Las cogí al vuelo y me las puse, sin calcetines.
Rob aterrizó a mi lado.
-¿Qué, vamos?-dijo.
-¿Y mi madre? Piensa que estoy en mi habitación.
Rob se encogió de hombros.
-Está la ventana abierta. Se entiende qué pasó.
Sonreí. Me imaginé a mi madre al verlo, y me dio pena. Fui a la parte de delante de la casa y llamé a la puerta. Escuché que alguien venía, y la puerta se abrió.
-¿Cat? ¿Cómo has llegado hasta aquí?-dijo, sorprendida.
-Quería decirte que voy a estar fuera un rato, ¿vale? ¡Hasta ahora!-di media vuelta y me fui.
 Salí corriendo por la carretera, y Rob me seguía. Llegamos a la biblioteca, y nos metimos dentro.
-No me llenéis la entrada de barro.-dijo la voz aburrida de la McGonagall.
Asentí, y llevé a Rob al final del todo, donde había unas butacas. Me senté, y él se sentó en una a mi lado.
-¿Por qué hemos venido aquí?-susurró Rob.
-No sé, pensé que la McGonagall se sentía muy sola.-sonreí, burlona.
-No creo que sea eso precisamente…
-Ya lo sé. Odia la presencia humana.
Rob se levantó de un salto.
-Vámonos de aquí. Conozco un sitio ideal para ti.
De repente, unas imágenes me vinieron a la cabeza. Imágenes de un momento parecido, pero con una persona diferente. Estaba con Luk, en una de las cafeterías del pueblo. Y me dijo exactamente lo mismo, llevándome a la playa. Era de noche, y él insistía en que me bañara, con todo y ropa. Al final, me empujó al agua, y cuando salí, le empujé a él.
Una punzada de dolor y tristeza familiar en el estómago. Me acordé de todas esas fotos que me había hecho, y que colgaban de su habitación. Me acordé de todas esas veces que había venido a mi casa, suplicándome perdón.
-Yo… no puedo.
-¿Qué?
-Rob…tengo que irme.
Y salí corriendo a través de la hilera de libros, pasé delante de la McGonagall, que me gritó algo que no llegué a escuchar, salí a fuera, y corrí por la calle empapada donde no había nadie para detenerme, y llegué a mi casa, donde subí por la ventana. No quería ver a mi madre, que con una mirada adivinaría todo lo que había pasado.
Me senté en la silla al lado de la ventana, y probé el chocolate, ya frío.

3 comentarios:

  1. Es genial, bastante buena la historia y escribes genial! Espero con impaciencia el siguiente!

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  2. Hola cielo! Gracias por pasarme el enlace en twitter :3 me ha gustado muucho todo loq ue llevas escrito, escribes muy bien y es ameno al leerlo :) me encantaria leer el prox prontito, veo que no subes desde hace tiempo :(
    Un beso cielo!!!
    http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com.es/

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  3. ¡Precioso! ¡Me encanta, Val! ¡Y el nombre del blog, simplemente perfecto!

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